Tiempo de encuentro, de añoranzas, de nostalgias, en que como seres humanos nos encontramos en un orden impuesto por nosotros mismos, en que podemos tener una excusa para diferenciar entre un comienzo y un final.
Capacidad de recordar nuestros errores, celebrar las tristezas, afrontar nuestra soledad o dar gracias por la compañía.
La celebración bien puede ser en tiempo de paz y tranquilidad, o convertirse en una exaltación a aquellos que nos privamos durante la rutina cotidiana, una fuga de escape a los placeres que consideramos prohibidos. Ahora bien ¿Qué celebrar? ¿Cómo celebrar? ¿Con quién celebrar?
La humildad tiene que ser una constante al momento de la celebración, recordar una frase que plantea que “la felicidad de unos es la tristeza de otros” puede tener cierta lógica en una sociedad que es desigual, entender que existen personas que pasan por penas, por pobreza, por enfermedades y que sufren día a día.
Mi celebración se basa en principalmente en el reencuentro, en la paz del espíritu, en el descanso, en el sano goce y saber que sueños voy a convertir en realidad. De igual forma es necesario la búsqueda un equilibrio que nos mantengan con los pies en la tierra, de saber cuan libres somos, de nuestra capacidad de querer y de entregar. Aunque algunos plantean que la felicidad es un estado de la mente, para otros es una necesidad.
Es una clara confrontación de nuestros límites con lo que somos capaces de hacer, libertad o libertinaje. Toda acción genera consecuencias, la cuestión es cuales de esas consecuencias somos capaces de asumir.